lunes, 15 de septiembre de 2008

Si tenes un problema, y te preocupas por él...tenes dos problemas

Luego de dos intentos fallidos pude ir por fin al centro de budismo tibetano situado en Milian al 2100 en el barrio de Belgrano. Fui acompañado por mi padre que al igual que yo nunca había tenido contacto con esta “religión”. Decidió venir conmigo a este lugar para saber con qué me iba a encontrar, ya que le dio cierta idea enterarse que quería estudiar a una secta.
La clase de meditación tiene una duración de una hora y media (de 19.30 a 21.00 hs). Por el miedo quizás de llegar tarde y desconocer que consecuencias pudiera tener eso, trate de llegar un rato antes de la hora de inicio de la actividad. Llegue quizás demasiado temprano, a las 19.00 para ser mas preciso. Tocamos el timbre pero se ve que no lo escucharon porque no recibimos respuesta. En eso llegó un muchacho, con la primera sensación de armonía con la que luego me iba a encontrar en demasía, y abrió la puerta para luego decirnos: pasen. Una vez pasado las rejas tocamos el timbre de la casa. Salió a abrirnos una señora de unos 50 años, la misma que luego nos cobró los 10 pesos y que nos explicó acerca de algunas jornadas que se realizan en ese centro de estudios y enseñanzas budistas.
Como todavía faltaban minutos para que el minutero señale el número 30 en el reloj, caminé alrededor de la casa. En la puerta enseguida unas escaleras indicaban que no solo tenía una sola planta. Luego de eso, se encontraba una puerta que estaba abierta y que comunicaba con el hall en donde había una mesa en la cual se sentó la señora anteriormente mencionada, para ir cobrando a todo aquel que tenia intenciones de tomar la clase de meditación que en minutos iba a empezar. A la izquierda había una biblioteca con una gran cantidad y variedad de libros, cds, dvds, y cassettes cuyo tema era obviamente todo aquel que tenía al budismo como objeto de estudio.
Como todo principiante, no sabía qué estaba bien y qué estaba mal, qué camino tomar, qué hacer, y qué no hacer. Viendo que toda la gente con la que me había topado minutos antes había desaparecido de mis alrededores, le pregunté al chico que nos había abierto la puerta, que estaba sentado en las escaleras, a dónde había ido toda esa gente. Me respondió que en el piso de arriba era el salón en donde se iba a dar la clase de meditación y que vaya yendo para acomodarme.
Inmediatamente subimos hasta el primer piso. Para entrar al cuarto había que sacarse el calzado y todo aquello que te impida estar relajado. Por lo tanto me saque las zapatillas, puse el celular en la campera y la colgué en una percha que había en la entrada.

El cuarto era bastante grande, o lo suficientemente grande como para albergar a aproximadamente 50 personas, incluida la persona que estaba a cargo de la clase. El frente estaba adornado con fotos de varios dalai lama (reencarnaciones de buddah en los tiempos modernos). En el centro de las fotos como un santuario, había una pequeña estatua de Buddah. Estas tenían adelante unas velas acompañadas de incencios. Debajo de todo esto estaba sentado en posición de loto el profesor a cargo de la clase vestido como los de la foto, con una túnica color bordo sobre una remera amarilla. Los 50 que lo escuchábamos estábamos sentados encima de un almohadón también bordo que estaba sobre una colchoneta del mismo color. Toda la habitación estaba iluminada con un par de lámparas que se apagaban durante los 10 minutos que duraba cada meditación.

Volviendo a lo que fue mi entrada al cuarto, como todo inexperto e ignorante de lo que significaba estar en ese lugar, entre sin hacer nada por la puerta para luego sentarme en uno de esos sillones que se encontraban encima de las colchonetas rojas. Luego de unos minutos y haciendo uso por primera vez en la noche del recurso de la imitación, tome un papel que había en la entrada y lo puse en el piso. Enseguida se me acercó el mismo que nos abrió la puerta y nos indicó a donde debíamos ir para meditar, con una almohada roja cuadrada en donde debíamos poner el papel que contenía el rezo del día. Ese rezo tenia 3 líneas y en 2 idiomas. Arriba de todo estaba en alfabeto sánscrito o tibetano, no se que idioma era, después en alfabeto árabe, osea el nuestro y abajo estaba la traducción en español. Una vez sentado me puse a mirar que hacían las personas que ingresaban al recinto. Algunas entraban como si fuese esa puerta, la puerta de su casa, mientras otros al ingresar hacían una especie de reverencia colocando sus manos juntas e inclinándose unos 30 grados en dirección a la estatua del Buda. Seguramente estas personas tienen una devoción mayor que el resto o simplemente no haya sido la primera vez que hayan entrado a ese lugar. No obstante la mayor diferencia con respecto al resto fue la que mostraron dos personas, una de sexo femenino y otra de sexo masculino. Ellos apenas ingresaron, como muchos, hicieron el gesto antes descrito pero luego hicieron algo que nadie hasta ese momento había hecho. Primero el hombre llenó con un termo una especie de jarra, luego volviendo a su lugar realizó otro gesto ritual parecido a una alabanza al ritmo de su compañera. El lama apareció a las 19.40, vestido con las túnicas que antes mencioné. Apenas llegó se paro delante del altar y dándonos las espaldas hizo el gesto que antes habían hecho esas dos personas, este gesto fue acompañado por casi todo el público que se paró para recibirlo.

En ese instante volví a usar la imitación. Trate de imitar esos movimientos de acuerdo a lo que hacía el que estaba al lado mió. Seguramente en este primer día lo que hice fue básicamente imitar lo que hacían los demás, producto del no saber que es lo que se debería o no hacer. Desde el momento inicial en el que vi que la gente se sacaba las zapatillas hasta el momento final de la clase en donde vi que todos guardaban los almohadones redondos y cuadrados, hice lo que hacían ellos.

Después de hacer esas reverencias el lama se sentó mirándonos y de entrada mostró una buena onda. En forma de chiste preguntó “y… ¿Alguno se iluminó?”. Frase que desembocó en risas en muchos de los que estaban presentes. Luego indicó algunas técnicas de respiración, después explicó la postura para meditar e inmediatamente meditamos. Se me hizo difícil desprenderme de los pensamientos que usurpaban mi supuesta tranquila mente, él dijo que en la meditación lo que hay que hacer en los 8 o 10 minutos de sesión es preocuparse por seguir la respiración, si en algún momento surge un pensamiento hay que verlo, analizarlo por encima y dejar que se vaya. Lo último se me complicó. Otra cosa que sentí en estos 10 minutos fue que el silencio tomó una figura omnipotente. Estaba en todos lados. Se podía hasta escucharlo. Solamente era interrumpido cada tanto con algún ruido estomacal que se desprendía de algún estomago…ajeno.

Terminada la meditación vinieron las dudas que aclaró el lama. Muchas preguntas fueron un tanto desordenadas en su formulación. Esto duro alrededor de 40 minutos. Cuando faltaban 15 minutos para que terminara la clase, dio por terminada esta etapa y sugirió continuar con la meditación.

Una vez finalizada esta segunda meditación tomó una hoja y habló sobre la imperdurabilidad, sobre que todo tiene un final, que todo se puede desarmar: Nada perdura en el tiempo, todo se disuelve. En eso una de las que estaba sentada delante del profe preguntó si tiene que ver con la reencarnación y dijo que si, pero que no todos vamos a reencarnar en lo que hoy somos, solo aquellos que hayan hecho las plegarias suficientes. Por como lo presentó parece que todas las clases da un contenido teorico con bases del budismo. La clase pasada habían hablado del samsara y sus reinos, mientras que la imperdurabilidad había quedado relegada para esta clase por la falta de tiempo. En este momento se hablaron de varias cosas relacionadas al budismo y sus fundamentos, bases, ideas. A diferencia de mi papá yo no estaba tan desorientado con lo que se discutía. Por un lado me sirvió el haber leido antes algunas cosas sobre esta secta. Pero por otro lado, el haber visto recientemente el anime “Saint Seiya, los caballeros del zodiaco” me valió lo suficiente como para relacionar imágenes con algunas palabras que se escuchaban en ese lugar.

Para terminar se volvió a leer ese papel que tenia en el almohadón rojo y se acomodó en un rincón todo lo usado. Me puse las zapatillas y me fui.

Ya en el auto le pregunte a mi papá que le pareció esto y que fue lo que sacó de bueno el haber ido a una clase de meditación. Esto me facilitó saber las impresiones de alguien que nunca tuvo intenciones de ir por decisión propia a un lugar de este tipo. Le aburrió bastante pero le quedaron algunas frases que según él le van a servir si la aplicase en su vida cotidiana.

En síntesis, sentí lo que esperaba sentir, la pasé como esperaba pasarla, me encontré con lo que esperaba encontrarme. La sorpresa no fue algo que haya experimentado esta vez, salvo en algunos pasajes. Todo lo que ocurrió estaba dentro del parámetro esperado, quizás la técnica de meditación en parte fue algo nuevo, pero ya tenía alguna idea de lo que era. Pero sirvió y me gustó.


1 comentario:

Juan I. Lopez, Pablo Latrónico, Alan Alberico dijo...

jaja q experiencia!!...debe ser muy dificil concentrarse en despejar la mente cuando meditas
Buen post luis...nos vemos en el circulo