miércoles, 21 de abril de 2010

Fabiola de la Cuba y su show de danza peruana por el Día de la Madre

Con motivo del festejo del día de la madre en Perú, y para la colectividad peruana en la Ciudad de Buenos Aires, dio un gran show en “Casa Lautaro” (Lautaro 1052).
Luego del gran éxito alcanzado en La Fiesta Muchik, la reconocida cantante Fabiola de la Cuba presentó su show llamado “Detrás del viento”. El amor, la pasión y la historia del Perú se dieron cita en uno de los tantos eventos artísticos que se hacen en ese centro cultural. Contó con la dirección general y conducción de la propia de la Cuba. En este vistoso espectáculo estuvo junto a la destacada intérprete, artistas de la talla de Marco Oliveros en la dirección musical, además del virtuosismo de Jorge Vega, Sergio Cuadros, José Flores, Eduardo Balcázar, Mónica Cevallos y José Luís Dueñas, entre otros, los que forman el cimiento musical de esta obra.
Para los que no conocen el lugar en donde estuvo antes de llegar a la Argentina, La Fiesta Muchick es posiblemente el mejor ejemplo de los mega espectáculos en los que participan centenares de artistas, en cuyos escenarios, las luces, los colores, los efectos especiales y el arte, se unen en un sorprendente y maravilloso show.
En la madurez de su carrera artística, el encuentro con la belleza en todas sus expresiones es lo que brindó en esta gira esta querida y admirada artista. “Detrás del Viento” será por ello un show imperdible para todos los amantes de la buena música y la cultura peruana.
Gran Show y un lindo regalo para todas las madres que festejaron su día viendo este gran show, alternativo para muchos.

miércoles, 14 de abril de 2010

Comunicado del Subcomandante Trapo desde la clandestinidad



de http://www.niapalos.com/?p=1928


Comunicado del Subcomandante Trapito desde la clandestinidad
A todos los soldados subalternos, de cualquier jerarquía, que integran el Movimiento Porteño de Recontraliberación Vehicular, y a todos los ciudadanos vecinos del pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires;
Como ya es de público conocimiento, nuestro principal enemigo, el ingeniero imperialista, gorilón y pijotero, Mauricio Macri, ha decidido darnos batalla “hasta el final” queriendo meternos presos a todos los que luchamos por el orden vehicular, por la limpieza del espacio público y por el buen gusto en general, a través de métodos violentos, como ser mangazos, intimidación y apriete;

Como bien saben nuestros heroicos combatientes, nosotros no elegimos la violencia. Fuimos obligados a ejercerla por el gran incremento del parque automotor que, gracias al nuevo modelo de desarrollo con inclusión social impulsado por los compañeros Néstor y Cristina, se dio en todo el país y en especial en la Ciudad de Buenos Aires;
Continuando la tradición de lucha de nuestro pueblo, como la de los vendedores de empanadas y panes calientes en la Revolución de Mayo, la de los lustrabotas anarquistas de principios de siglo, la de los secadores de patas descamisadas y la de los utópicos afeitadores de bigotes de la década del setenta, el Movimiento Porteño de Recontraliberación Vehicular está dispuesto a bancarse, de frente manteca, la persecución y la cárcel;

Sin embargo, ante esta nueva etapa en la lucha de clases, en la que la derecha más avara y reaccionaria ha decidido avanzar violentamente al sentirse acorralada por nuestra capacidad de organización y de acción, el Comando Estratégico del Movimiento, desde sus oficinas secretas ubicadas en algún chalet de Puerto Madero, ha tomado un decisión irrevocable;

Todo aquél soldado que en la actualidad realice acciones en la superficie, ya sea cuidando coches o limpiando vidrios, deberá pasar a la clandestinidad hasta que el Comando Estratégico decida otra cosa; Sin chistar que por algo soy el jefe;
Además, como deber militante y revolucionario, estarán obligados a alimentarse nutritivamente, alquilar un dos ambientes con terraza y terminar los estudios en un colegio privado, para pasar desapercibidos ante la sociedad civil;

Hoy una promesa, mañana una traición
Changa o Muerte
Movimiento Porteño de Recontra Liberación Vehicular
MPRLV

viernes, 9 de abril de 2010

Para una guerrilla semiológica - Primera parte -

Por Umberto Eco
"No hace mucho tiempo que para adueñarse del poder político en un país era suficiente controlar el ejército y la policía. Hoy, sólo en los países subdesarrollados los generales fascistas recurren todavía a los carros blindados para dar un golpe de estado. Basta que un país haya alcanzado un alto nivel de industrialización para que cambie por completo el panorama: el día siguiente a la caída de Kruschev fueron sustituidos los directores de Izvestia, de Pravda y de las cadenas de radio y televisión; ningún movimiento en el ejército. Hoy, un país pertenece a quien controla los medios de comunicación.
Si la lección de la historia no parece lo bastante convincente, podemos recurrir a la ayuda de la ficción que, como enseñaba Aristóteles, es mucho más verosímil que la realidad. Consideremos tres películas norteamericanas de los últimos años: Seven Days in May (Siete días de mayo), Dr. Strangelove (Teléfono rojo, volamos hacia Moscú) y Fail Safe (Punto límite). Las tres trataban de la posibilidad de un golpe militar contra el gobierno de Estados Unidos, y, en las tres, los militares no intentaban controlar el país mediante la violencia de las armas, sino a través del control del telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión.
No estoy diciendo nada nuevo: no sólo los estudiosos de la comunicación sino también el gran público, advierten ahora que estamos viviendo en la era de la comunicación. Como ha sugerido el profesor McLuhan, la información ha dejado de ser un instrumento para producir bienes económicos, para convertirse en el principal de los bienes. La comunicación se ha transformado en industria pesada. Cuando el poder económico pasa de quienes poseen los medios de producción a quienes tienen los medios de información, que pueden determinar el control de los medios de producción, hasta el problema de la alienación cambia de significado. Frente al espectro de una red de comunicación que se extiende y abarca el universo entero, cada ciudadano de este mundo se convierte en miembro de un nuevo proletariado. Aunque a este proletariado ningún manifiesto revolucionario podría decirle: «¡Proletarios del mundo, uníos!» Puesto que aún cuando los medios de comunicación, en cuanto medios de producción, cambiaran de dueño, la situación de sujeción no variaría. Al limite, es lícito pensar que los medios de comunicación serían medios alienantes aunque pertenecieran a la comunidad.
Lo que hace temible al periódico no es (por lo menos, no es sólo) la fuerza económica y política que lo dirige. El periódico como medio de condicionamiento de la opinión queda ya definido cuando aparecen las primeras gacetas. Cuando alguien tiene que redactar cada día tantas noticias como permita el espacio disponible, de manera que sean accesibles a una audiencia de gustos, clase social y educación diferentes y en todo el territorio nacional, la libertad del que escribe ha terminado: los contenidos del mensaje no dependerán del autor, sino de las determinaciones técnicas y sociológicas del medio.
Todo esto había sido advertido hace tiempo por los críticos más severos de la cultura de masas, que afirmaban: « Los medios de comunicación de masas no son portadores de ideología: son en sí mismos una ideología.» Esta posición, que he definido en uno de mis libros como «apocalíptica», sobreentiende este otro argumento: No importa lo que se diga a través de los canales de comunicación de masas; desde el momento en que el receptor está cercado por una serie de comunicaciones que le llegan simultáneamente desde varios canales, de una manera determinada, la naturaleza de esta información tiene poquísima importancia. Lo que cuenta es el bombardeo gradual y uniforme de la información, en la que los diversos contenidos se nivelan y pierden sus diferencias.
(...)La cadena comunicativa presupone una fuente que, mediante un transmisor, emite una señal a través de un canal. Al extremo del canal, la señal se transforma en mensaje para uso del destinatario a través de un receptor. Esta cadena de comunicación normal prevé naturalmente la presencia de un ruido a lo largo del canal, de modo que el mensaje requiere una redundancia para que la información se transmita en forma clara. Pero el otro elemento fundamental de esta cadena es la existencia de un código, común a la fuente y al destinatario. Un código es un sistema de probabilidad prefijado y sólo en base al código podemos determinar si los elementos del mensaje son intencionales (establecidos por la fuente) o consecuencia del ruido. Me parece muy importante distinguir perfectamente los diversos puntos de esta cadena, porque cuando se omiten se producen equívocos que impiden considerar el fenómeno con atención. Por ejemplo, buena parte de las tesis de Marshall McLuhan acerca de la naturaleza de los media derivan del hecho de que él llama «media», en general, a fenómenos que son reducibles a veces al canal, a veces al código y a veces a la forma del mensaje. El alfabeto reduce, según criterios de economía, las posibilidades de los órganos fonadores y de este modo provee de un código para comunicar la experiencia; la calle me provee de un canal a lo largo del cual puedo hacer viajar cualquier comunicación.
Decir que el alfabeto y la calle son «media», significa no considerar la diferencia entre un código y un canal. Decir que la geometría euclidiana y un traje son "media", significa no diferenciar un código (los elementos de Euclides son un modo de formalizar la experiencia y de hacerla comunicable) de un mensaje (un traje determinado, en base a códigos indumentarios -de convenciones aceptadas por la sociedad-, comunica una actitud mía respecto a mis semejantes). Decir que la luz es un media significa no advertir que existen, por lo menos, tres acepciones de «luz». La luz puede ser una señal de información (utilizo la electricidad para transmitir impulsos que, según el código morse, significan mensajes particulares); la luz puede ser un mensaje (si mi amante pone una luz en la ventana, significa que su marido está ausente); y la luz puede ser un canal (si tengo la luz encendida la habitación, puedo leer el mensaje-libro). En cada uno de estos casos el impacto de un fenómeno sobre el cuerpo social varía según el papel que juega en la cadena comunicativa.
Siguiendo con el ejemplo de la luz, en cada uno de estos tres casos el significado del mensaje cambia según el código elegido para interpretarlo. El hecho de que la luz, cuando utilizo el código morse para transmitir señales luminosas, sea una señal -y que esta señal sea luz y nada más- tiene en el destinatario un impacto mucho menos importante que el hecho de que el destinatario conozca el código morse. Si, por ejemplo, en el segundo de los casos citados, mi amante usa la luz como señal para transmitirme en morse el mensaje «mi marido está en casa» pero yo sigo refiriéndome al código establecido precedentemente, por el que «luz encendida» significa «marido ausente», lo que determina mi comportamiento (con todas las desagradables consecuencias que supone) no es la forma del mensaje ni su contenido según la fuente emisora, sino el código que yo uso. Es la utilización del código lo que confiere a la señal-lEuz un determinado contenido. El paso de la Galaxia Gutenberg al Nuevo Pueblo de la comunicación Total no impedirá que se desencadene entre yo, mi amante y su marido el eterno drama de la traición y de los celos.
En este sentido, la cadena comunicativa descrita antes deberá transformarse de esta manera: el receptor transforma la señal en mensaje, pero este mensaje es todavía una forma vacía a la que el destinatario podrá atribuir significados diferentes según el código que aplique."


Hace tres siglos, hubo un filósofo político francés llamado Montesquieu (1689-1755) que escribió a cerca de cómo debía ser, según él, el mejor gobierno. Para eso se basó en la política inglesa que contaba con una división de poderes, como la conocemos hoy en día, con el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Con esta separación se lograba que ningún poder de gobierno amenace la libertad del pueblo. En trescientos años, o más, se fue creando un cuarto poder, el de la prensa, que encuentra en estos años su auge por ser su era: la era de la comunicación.

Gracias a este crecimiento, hay más canales por los cuales puede llegar el mensaje, y si a esto se le suma que el mensaje es del mismo emisor en la mayoría de los casos, por la existencia de monopolios que manejan la información que les conviene para sus intereses, la salud republicana está en riesgo y la libertad del pueblo, que según Montesquieu solamente se vería afectada por alguno de los tres poderes, también.