
Te he estado observando durante mucho tiempo. Te observaba con la intención de devorarlo todo sobre ti, pero en su lugar, me absorbiste por completo.
Me pregunto cómo me veías, a mí, que estaba derrumbándome. Lo que me diste, al bode de la desesperación, fue un tesoro precioso. Aquellos gemelos que eran como la vida eterna.
El pecado más grave es quitarle el nombre a otro. Te devolveré ese nombre, el que te pertenece: te llamas Anna.
Ya sólo queda tristeza...tristeza...tristeza...tristeza
Franz Bonaparta
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